El cine es algo que nos apasiona, hablar sobre el séptimo arte de la mano de uno de sus creadores es aún más interesante. Le damos la bienvenida al cineasta Ivahn Aguilar Naim, quien nos comparte un ensayo sobre uno de sus directores favoritos. ¡Luces, cámaras, acción!
La película Climax; de Gaspar Noé, es un ejercicio cinematográfico de improvisación; que explora nuestro lado oscuro con crudeza. Solamente 5 páginas de guión definieron una historia y a sus personajes. Un grupo heterogéneo de bailarines, en una fiesta en los años 90 y una fuerte dosis de LSD en una sangría. El ácido los hace manifestar sus más oscuras patologías y demonios personales, intensificando su personalidad y llevándola al extremo más filoso y violento. La fiesta se convierte en una danza de monstruos, un aquelarre catastrófico que parece ser sacado de la Divina Comedia de Alighieri.
De nuevo la puesta en cámara de Gaspar Noé, firma con su personal sello una película intensa que hurga en la sociedad humana. Climax, es un tratado audiovisual sobre el punto de vista y el plano secuencia. Las escenas son violentas y monocromáticas. El cuadro, siempre lleno con figuras antropomórficas en contínuo movimiento. Los planos ininterrumpidos cambian de personaje con habilidad, la película fluye a través de una cámara flotante que navega libre por toda la locación pasando de un personaje al otro como si fuera una estafeta.
Benoit Debie, el fotógrafo belga, usó un único lente (12mm Zeiss High Speed) en una Alexa Mini para trabajar con libertad y permitir la improvisación. A veces, cenital en una grúa y en ocasiones subida al hombro; la cámara viaja por el espacio para experimentar a cada uno de personajes de manera subjetiva, recorriendo las entrañas de la locación. El escenario dantesco de Climax (2018); es una escuela en Francia. La locación es en si, un personaje. Un lugar decadente, atemporal y con mística. Como la biblioteca de El Nombre de la Rosa de Humberto Eco, o la Casa de Hill House de Shirley Jackson.
Un organismo cerrado en donde hierven las emociones descontroladas.
El recipiente sagrado en donde suceden las locuras. Una metáfora de la mente humana, con trampas y recovecos. Pasillos oscuros y conexiones confusas; baños verdes y podridos; pasillos rojos y abandonados inconexos; cuartos monocromáticos, y cerraduras que no se pueden abrir. Una sala del purgatorio de la que no se puede escapar, como en el Ángel Exterminador de Luis Buñuel. Una caja de petri para cultivar la podredumbre del ser humano al estilo Dogville (2003), de Lars Von Trier. Una incubadora para la psicosis y la esquizofrenia.
El carácter sórdido y catastrófico del ambiente fue dado por la iluminación practicable de la que Debie hizo uso en toda la locación. Además de instalar tubos Astera en lámparas conectadas a un sistema DMX con cientos de canales en una consola central. La prioridad era tener todo iluminado para facilitar la improvisación de los actores y el movimiento de cámara con una misma exposición.
Con Climax (2018), el director nos lleva a la auto-confrontación. Como audiencia, nos vemos reflejados en la casa de los espejos. Paseamos en un recorrido continuo por las galerías de un museo de deformidades, en el que identificamos a cada una de los personajes
dentro de nuestra complejidad personalidad. Provoca en esta reflexión, un ineludible viaje hacia lo interno, revelando una profunda incomodidad por enfrentarnos a los miedos, obsesiones, y pensamientos de los que también nos sentimos parte.
La vida humana es la imposibilidad colectiva, dice Gaspar Noé en su película Climax (2018), un experimento fílmico y social, que nos enseña en un espejo, la deformidad del ser humano y la catástrofe natural que significa vivir en grupo. Un ensayo póstumo a la sociedad moderna.
*Puedes encontrar esta película en NETFLIX
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